Pues sí, llegó la ecatombe al colegio el viernes justo media hora antes de salir. Empecemos por el principio.
Yo no sé qué le pasa a N últimamente, entre que está media malita de mocos, que así me tiene a mí también, y que eso le da por ponerse mimosa, no me deja ni a sol ni a sombra. Y es que me he dado cuenta de eso durante la semana. Cuando me pongo a trabajar con el resto de la clase y a ella la dejo tranquilita en su mesa para que haga la fichita, se pone a mirarme, se le aguan los ojos y como no quiero que llore me siento con ella y de repente se le quita todo. Así que tengo una pequeña manipuladora de sentimientos en clase. Y lo comprobé el viernes. Ya entró llorando, no sé por qué, otra vez está preguntando si "¿espués qué hacemos?" y "¿none está mami?" a lo que yo le respondo que no le voy a repetir más veces lo que vamos a hacer y donde está mami, que eso ella ya lo sabe y que cuando todos nos vayamos para casa ella también se va. Ya por último sólo le decía:
- ¿Tú vas a volver a preguntarme eso?
- No.
- Es que me estás haciendo enfadar. Tú ya sabes esas cosas y cuando todos nos vayamos tú también.
- Vale.
Parece que uno de sus miedos es de quedarse en el colegio sola.
Pues bien, el viernes hice lectura colectiva, demostrándole a G y a S por supuesto que ellos están equivocados porque no sabían lo que leían. En esto me ayudé de las dos mayores y de R que les decía que no les entendía cuando leían. R es el niño con el TGD así que si él se da cuenta pueden comprobar cómo está el patio. Que por cierto, tengo que decirlo, me sorprendió gratamente R al leer porque, aunque silabea entiende perfectamente lo que lee. Así que la vida escolar, como todas las vidas, te da una de cal y otra de arena. Pues sigo. Leyendo todos y demostrándole a G y a S que deben mejorar su lectura comprensiva y que en eso vamos a trabajar este trimestre a piñón, N se pone a moquear. Cómo no, había empezado a llorar de nuevo.
- ¿Qué te pasa N?
- Nada - por supuesto entre sus restregones de nariz.
- Anda ven aquí y quédate tranquilita escuchando a los niños leer.
Se sienta y se le quita todo. Ahí fue donde empecé a darme cuenta que tiene un poco de mimo y que ha suplantado a mami conmigo en el cole, con lo cual, me quiere para ella sola.
Después del recreo viene P, una niña que vive en el pueblo y de 2 añitos que será alumna del cole el año que viene. Por eso la dejo que venga los viernes un ratito a última hora.
- ¡Hola P! Ven y siéntate aquí con N que ahora les doy un dibujito a las dos para que pinten juntas.
Para qué fue eso...
-¡Nooooooooo! ¡Ahí vas tú! Ella no ¿Y tú dónde vas a estar? - Todo esto interpretado claro porque si lo transcribo tal cual no lo entiende ni el más entendido.
- N, no puedes ser egoísta, pobre P ¿no te da pena? Ella viene también a este cole a aprender cosas como tú.
- No - y se me agarra a la mano mientras intentaba decirle a P que se sentara, que pobrecita mía se sentó tranquilita y se cruzó los brazos.
- Espera aquí P que voy a hablar con N. A ver siéntate en tu sitio - le dije a N mientras me sentaba al lado de ella.
- Deja de llorar que no te pasa nada para que llores, quédate tranquilita. No puedes llorar porque P es buena y ella puede venir un ratito a pintar al cole y jugar contigo a la plasti y a la venta.
Ya el llanto en ese momento llegaba a límites tan insospechados, entre los mocos, los gritos y los lagrimones, que no entraba en razón. Se removía en la silla de rabia e impotencia y mientras, yo intentaba tranquilizarla hablándole suavemente, ella intentaba sentarse encima mío pero yo no la dejaba, porque me di cuenta que lo que pasaba era que estaba sufriendo un auténtico ataque de celos. Y...
- Quiero agua.
- Deja de llorar y te doy agua porque si no...
No terminé la frase. Todo lo que había tomado en el desayuno salió a borbotones de su boca bien aderezado con flemas. Su camisa, el pantalón, mis zapatos, mi pantalón, la mesa, el suelo, el pañuelo... Tooooooodo. Y al baño con ella. Le quité la ropita y le pedí a G que la ayudara a cambiarse de braguitas por otras que lleva en la mochila. Le puse un babi que tengo allí para usarlo cuando trabajamos con témpera, le enjuagué la cara y ya se le quitó todo. Le dije que se sentara al lado de P aunque ella opuso resistencia. Entonces tajantemente le dije que no, que se sentara allí que yo tenía que limpiar todo lo que ella había manchado, incluída yo. Evidentemente desde las 12 y media hasta las 2 estuve limpiando. Primero mi pantalón y zapatos, o al menos un poco hasta llegar a casa, que entre el olorcito y las curvas casi me hacen acabar igual cuando llegué. Luego el fregoteo oportuno, todo esto por supuesto entre poner tareas de fin de semana, ojos llorosos que me miraban y nariz llena de mocos. Seguidamente a lavar a mano la ropa de N porque no se la iba a dar a la madre toda sucia. Así que a restregar y tender a sol. Luego hablar con la madre y explicarle la situación porque necesito que hable con N y le explique que yo tengo que estar con todos los niños y no con ella sola. La pobre mujer no sabía qué hacer. Desde luego no me iba a enfadar con nadie pero sí que le dije que tenía que explicárselo porque si no no me iba a dejar hacer nada en todo el año. Y por último mandarle la tarea a los demás. Hasta cansada estoy de recordarlo. Cuando todos se fueron me senté en mi silla, respiré hondo, recogí mis cosas y me fui. De camino, en el coche lo pensé: tengo que llevarme una muda al cole de pantalones, camiseta, y hasta bragas por si las moscas... El maletero del coche parecerá un armario.
Y luego dicen que los profesores no trabajamos, ¡manda narices el asunto! Pero, sinceramente, me da igual lo que piense la gente, me da igual que piensen que tenemos las vacaciones más largas, un sueldo bueno (discutible en muchos casos), media jornada laboral (que muchos ignoran lo que trabajamos por las tardes en casa) y otras tantas cosas. Y me da igual porque la satisfacción que sientes cuando a esa personita se le ilumina la cara de alegría porque ha hecho algo bien sin ayuda, esa personita crece y te dice que contigo todo era mejor, esa persona crece y te da su número de móvil para que la llames y, en definitiva, formas parte de su vida, esa satisfacción sólo la sentimos los que amamos nuestra profesión de enseñantes, educadores, cuidadores... y no sólo la amamos sino la disfrutamos y nos sentimos orgullosos de hacerlo. Mil veces más limpiaría mocos, lágrimas y desayunos vomitados si la recompensa es un "¡Qué guapa estás hoy!" o un "Gracias profe" o ese brillo especial en los ojos. Es una sensación casi indescriptible. Los que me conocen saben de lo que estoy hablando.
Y en fin, mañana a batallar de nuevo, a ver qué ocurre.
Y con esto y los celos....
2 comentarios:
hola maestra, eres fantástica. Cierto, nunca te minusvalores el trabajo de la maestra que es muy valioso y si encima son como tú, mejor aún. Tienes la profesión más bonita del mundo.
Espero que no tengas que limpiar más vomitonas, que aunque digas que da igual y que vale la pena, nooooo, es muy asqueroso, jajaj, pero por si acaso pon una muda en el coche, jijiji.
Has hecho muy bien en hablar con la madre de N. Estoy de acuerdo contigo cuando dices que N tiene celos y también tiene mimosería. Su adaptación no está siendo fácil, y todos los niños/as no se adaptan ni maduran a la vez. Dedícate a poner normas a N y mucha coordinación con la madre. Se tienen que proponer instalarle normas a N, que a ser posible sean las mismas en casa que en el cole, o adaptadas según el contexto, claro, porque en casa no va a pedir permiso para ir al baño, claro. Deben ir a una ambas para que N no vea fisuras por ningún lado y tú no sientas que tienes una manipuladora sentimental en clase, jejeje.
Ánimo, que seguro que te irá bien y conseguirás verle ese brillo en sus ojitos.
Eres fantástica, de verdad, te lo dice la orientadora que te conoció durante dos cursos y que te recuerda mucho
nos seguimos contando,
Gracias Vero!!! Seguiré tus consejos, como siempre, aunque ya me conoces... Lo que sí había pensado era en lo de las normas pero no sabía si era o no buena idea, ya veo que no iba muy desencaminada. Gracias amiga!!
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